miércoles, 19 de agosto de 2009

Mi primera Semi-Perico 2009

Estoy casi seguro de que todas las personas que leen este blog han visto la película Rocky (una de mis favoritas). Y pensarán, ¿qué tiene que ver esto con la Perico Delgado? Pronto lo entenderéis....

En el combate contra Apolo Creed, Rocky recibe tal somanta de ostias como pocas se recuerdan en el celuloide...

A pesar de todo, creo que al final del combate le dolía menos el cuerpo de lo que a mí me dolió este fatídico domingo....


Ya las sensaciones durante el fin de semana no eran buenas.

Como en alguna que otra marcha, Diana y yo decidimos pasar el fin de semana entero en Segovia para hacer un poco de turismo y así yo no tener que madrugar tanto para la marcha del domingo.

El sábado me levanté con muy malas sensaciones, y desde entonces me di cuenta de que algo no andaba bien. Había dormido cerca de 10 horas, y me levanté como si hubiera estado toda la noche en vela, con un cansancio enorme y un dolor articular desconocido. Aún así, no le di demasiada importancia, me tomé la correspondiente medicación y así fueron pasando las horas. Durante el día un masajito, un poco de Spa, recogida de dorsales, ect…

Pero algo no andaba bien. Era incapaz de comer decentemente, y la sensación de cansancio iba en aumento.

Aún así, la noche la pasé bien, y al levantarme lo hice como cualquier día, así que pensé que las malas sensaciones del día anterior habían quedado olvidadas. En esto me preparo, desayuno, me visto, me junto con Iván, David y Guiller, y bromeamos acerca de la marcha.

Iván y yo llegamos a la línea de salida con 2 minutos escasos de antelación, aunque de sobra porque todavía nadie había sido capaz de quitarle a Chico Pérez el micrófono, y se encontraba disertando acerca del aborto de la gallina.

Se da comienzo a la marcha, y poco a poco, la gente va pasando por el arco. Vamos rodando más o menos en la mitad del enorme pelotón, y desde ese mismo instante se que no voy bien, en los repechos las piernas me duelen y llevo unas pulsaciones altísimas para esas horas de la mañana y para lo que yo estoy acostumbrado. No le doy importancia, y prefiero pensar que es cosa de los nervios. Entre acelerones, frenazos, gente que quiere subir rampas del 15% con el plato, y demás circunstancias llegamos a la Granja, y se finaliza el tramo neutralizado y cada uno es libre para poner su ritmo. El pelotón se estira y se rueda a mil por hora. Durante estos 4 kilómetros pestosos hasta el comienzo del verdadero puerto, se rueda a un ritmo muy vivo, que me hace pensar por primera vez desde que monto en bici: “Se que hoy no puedo acabar”. Con este pensamiento iniciamos la subida a las 7 Revueltas, justo al pasar por encima del puente del Río Ledesma. Pongo el ritmo que ya había hablado con Iván que había que llevar en este primer puerto para llegar con garantías al final de la marcha. Mi idea era subir a 230W mantenidos, y enseguida me di cuenta de que me iba a costar horrores. Conozco mi cuerpo a la perfección, se donde están mis límites en condiciones normales, y para esa potencia iba a 180 pulsaciones y sufriendo de una manera descomunal. Iván se iba dando cuenta, porque él iba bastante cómodo con ese ritmo y yo iba forzado, cuando lo lógico es que hubiera ido silbando y echando fotos.

Después de una agonía de 29 minutos, coronamos el puerto y enfilamos el llano que nos dirige hasta Cotos. Iván se pone a tirar, y yo a rueda aprovecho para “intentar” comer. Digo intentar porque el estómago era incapaz de ingerir nada de nada. Mala señal. Otra más. Además, mirando el pulso no bajaba de 170 pulsaciones en llano y a rueda….

Me pongo al lado de Iván, y me sincero diciéndole que estoy malo, que ayer pasé un día fatal, y que no puedo llevar el ritmo que me gustaría. Me dice que no pasa nada, que no me agobie, y tranquilidad. En la bajada de Cotos, observo el pulsómetro y veo que dejándome caer, sin dar pedales, llevo el pulso por encima de 160 pulsaciones. Se acabó, esto no puede ser. Una cosa es no tener un día fino y no tener buenas sensaciones, y otra cosa muy distinta es esta. Estoy enfermo y no puedo continuar.

Aún con todo, inicio el ascenso al puerto de la Morcuera y empiezo a adelantar a gente. Pero a mitad de puerto, con todo el dolor de mi corazón, le digo a Iván: “Lo siento, tengo que parar, no puedo más”. Echo pié a tierra, y le digo a Iván que continúe, no tiene sentido que nos paremos los dos. Veo cómo se aleja y durante 5 minutos observo pasar ciclistas por mi lado. No recuerdo lo que pasaba por mi cabeza en esos momentos. Sólo se que no noté un poco de fuerza en las piernas y me subí de nuevo en la bici y me dije: “Venga, aunque sea en 7 horas, pero vas a acabar la marcha”. Adelanto a gente que había pasado por mi lado hace escasos minutos, pero todo fue un espejismo. Pronto vuelvo a la cruda realidad, y tengo que meter todo para seguir subiendo. Me pongo como objetivo llegar al avituallamiento del puerto, pararme, y olvidarme de todo.

Tengo grabada en la cabeza una imagen, y es la de Pakito (Pinto), viéndome pasar a su lado a 6 km/h, y seguro que pasando por su cabeza: “Este tío el jueves parecía alguien, tirando a muerte en los repechos, y ahora se va arrastrando como una culebra”.

No se describir las sensaciones al bajarme de la bicicleta. No puedo decir que fuera de frustración, porque no es así. Sinceramente, sentí un alivio enorme. Estaba sufriendo mucho, y no tenía sentido. Apoyo la bicicleta en un coche y cojo bebida para rellenar los bidones. Aprovecho que está allí la ambulancia y les comento que no me encuentro bien, que a pesar del calor, yo tengo frío. Me toman la temperatura, y efectivamente, 37’8º de temperatura. Me dan creo un termalgil, y me dicen que no se me ocurra seguir.

Mi idea era volverme por el mismo camino, y subir Cotos para llegar hasta Segovia. Al intentar levantarme me mareo, y la única solución es llamar a Diana, y pedirle que con el coche se acerque hasta Rascafría, porque lo único que puedo hacer es dejarme caer. Para que os hagáis una idea de mi estado, en los falsos llanos del final de Morcuera, les tuve que pedir a 2 tíos con MTB que me empujaran porque no podía superar los repechos. INCREÍBLE.

Con dolores horribles y una falta de fuerzas impresionantes llego hasta el Paular y al poco aparece Diana con el coche. Al bajarme de la bicicleta, me temblaban las piernas, y un matrimonio que paseaba por allí, se preocupa diciéndome si necesito algo.

Sólo recuerdo decirle a Diana: “Qué injusto”. Había sacrificado mis expectativas en esta carrera para hacer esta marcha junto a Iván, y ayudarle a conseguir el diploma de Oro, y me encuentro con que el único día que me pongo enfermo en todo el año, coincide con este acontecimiento. Llevaba toda la semana planteando la marcha para conseguirlo, y no ha podido ser.

Eso sí, como ya he dicho, que se prepare el año que viene, porque no voy a tener compasión.

No hay comentarios: